Decía el neurocientífico Eric Kandel que «el cerebro es el secreto mejor guardado de la naturaleza.
Nuestro cerebro es la estructura más compleja y enigmática del universo. “Contiene más neuronas que las estrellas existentes en la galaxia” (Facundo Manes). El cerebro es fascinante, entre otras cualidades, porque es el único órgano que intenta explicarse a sí mismo. Y así nos damos cuenta de que todo lo que hacemos lo podemos llevar a cabo gracias a él, desde respirar a visionar este curso o pensar en nuestro próximo viaje.
Sin embargo, ¿sabías que la principal función del cerebro es sobrevivir? El cerebro humano es fruto de la evolución necesaria para la supervivencia. La evolución natural está al servicio de la toma de decisiones y no en busca de la verdad.
Pero, realmente, en el año 2023, ¿qué necesitamos: sobrevivir o vivir? ¿Qué nos hace estar constantemente alerta y encender continuamente el interruptor de “peligro”? ¿Acaso estamos en la era de los cavernícolas donde salíamos a cazar poniendo en riesgo nuestra vida en manos de leones hambrientos? Estaremos de acuerdo que los leones físicos no nos persiguen, pero quizás los hayamos sustituido por leones más sofisticados, leones en forma de pensamientos catastrofistas, que en la mayoría de los casos nunca llegan a suceder. Pensamientos que nos alertan generando un miedo ficticio que acaba convirtiéndose en estrés y, por tanto, activando algunas zonas del cerebro correspondientes a nuestro cerebro más “animal o reptiliano”.
Para entender un poco mejor estos conceptos te explicaré la teoría de los tres cerebros.
Evidentemente, no tenemos varios cerebros, ni nuestro cerebro está dividido en tres zonas claramente diferenciadas que funcionan de manera independiente. Es una forma sencilla y visual de entenderlo, ya que recordemos que el cerebro funciona a través de reacciones químicas (neurotransmisores y hormonas) electromagnéticas. Todas ellas definen nuestro comportamiento, emociones y pensamientos.
Los tres cerebros
En el año 1970 Paul D. MacLean, físico y científico norteamericano, identificó tres cerebros:
El cerebro que piensa: neocortex (cerebro racional). Encargado de todas las funciones superiores del ser humano tales como pensar, analizar y planificar. En él reside la voluntad consciente, la capacidad de anticipar, planificar y visualizar, de poner futuro posible al presente.
El cerebro que siente: sistema límbico (cerebro emocional). Encargado de gestionar las emociones, el aprendizaje y la memoria. Está asociado a la capacidad de sentir y desear. En este sistema se dan procesos que tienen que ver con nuestras motivaciones básicas. Esta parte es capaz de poner el pasado en el presente y por tanto se produce aprendizaje y se activa cuando nos emocionamos. La amígdala es la estructura central de este cerebro y es la encargada de regular nuestra vida emocional.
El cerebro que actúa: tronco cerebral (cerebro animal). Es el conocido como cerebro reptiliano. Situado en el tallo cerebral (la parte trasera más baja del cráneo) es el encargado de regular las conductas instintivas y emociones primarias como el hambre, los deseos sexuales y la temperatura corporal o la reacción de “lucha o huida”. Su función es la de actuar cuando el estado del organismo así lo demanda. La conducta animal e instintiva está en gran medida controlada por esta área del cerebro. Se trata de un tipo de conducta instintiva programada y, por tanto, es muy resistente al cambio. Es un cerebro territorial, responsable de conservar la vida y, por tanto, de controlar los elementos básicos para nuestra supervivencia.
¿Qué pasa cuando activamos la lucha o huida? Pues que aparece en escena el cortisol. El cortisol hace que el cuerpo se ponga en el estado de “huye o pelea”, el cual a corto plazo es necesario para sobrevivir, pero a largo plazo tiene efectos letales en nuestra salud y belleza.
¿Y qué pasa cuando vivimos en “modo estrés”? Pues para empezar que estamos en modo supervivencia y no en modo vivir. La cuestión es que somos los guionistas de esta película y, por tanto, está en nuestras manos cambiar el guión si no queremos arruinar nuestra salud y, además, nuestra belleza, aparentemente superficial, pero por algo se dice que “la cara es el espejo el alma”, y yo añadiría de nuestro cerebro.
Cuando el estrés es crónico y los niveles de cortisol se mantienen altos a largo plazo sufrimos problemas de sobrepeso, envejecimiento prematuro, declive mental ya que se dañan las neuronas del cerebro, debilitamiento del sistema inmunológico y somos más propensas a sufrir algún problema cardiovascular. Esto se debe a que cuando estás en estado de lucha o pelea todos los sistemas que no son indispensables para tu supervivencia son suspendidos. Hay un flujo de energía hacia los músculos y el corazón, pero esa sangre es tomada del sistema digestivo, de la piel y de todos los sistemas que depuran y reparan. Por eso, cuando estás estresada eres más propensa a tener problemas gastrointestinales y a envejecer prematuramente.
¿Vale la pena? Ahora que sabes un poco más sobre cómo afecta tu cerebro reptiliano a tu salud, quizás cuando aparezcan esos “leones” recuerdes esto y emitas un rugido tan fuerte que tu cerebro entienda que la “jefa” eres tú.
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